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domingo, 28 de marzo de 2021

Reseña: La Colmena

 


RESEÑA:
LA COLMENA



Título:  La Colmena
Autor:  Camilo José Cela
Editorial: Penguin Random House
Canción Identificada:  Junk (Paul McCartney)




Sinopsis:

La estructura externa está compuesta de seis capítulos y un epílogo. Cada capítulo consta de un número variable de secuencias de corta extensión, que desarrollan episodios que están mezclados con otros que ocurren simultáneamente. De esta manera el argumento se rompe en multitud de pequeñas anécdotas. Lo importante es la suma de las mismas, que conforma un conjunto de vidas cruzadas, como las celdas de una colmena.

El marco espacio-temporal es muy preciso: Madrid en unos días del año 1943, en plena posguerra. La historia se basa en un espacio novelesco reducido pero con bastantes personajes que intervienen poco en el transcurso de la obra y dan una visión social coral. De entre los trescientos personajes que aparecen, escasean tanto los de las clases más acomodadas como los de la clase obrera y sectores marginados, predominando la clase media baja, la pequeña burguesía venida a menos, cuyas ilusiones y proyectos de futuro son engañosos y cuyas miradas «jamás descubren horizontes nuevos», en una vida relatada como una «mañana eternamente repetida». La novela aparece como primera parte de una serie que había de llevar el título de «Caminos inciertos».

La voluntad de reflejar con exactitud la realidad no supone la absoluta neutralidad del autor, que interviene de dos formas contradictorias. En la mayoría de los casos utiliza la técnica objetivista, es decir, se limita a mostrar, a describir desde fuera, sin penetrar en el interior de los personajes. Otras veces, sin embargo, adopta una actitud omnisciente y comenta con ironía las actitudes de los personajes.



Opinión:

Escogí esta obra por obligatoriedad, pero, debido a que me llamaba la atención, la leí antes de tiempo, deseosa de saber a qué venía tanto revuelo con esta obra. Las críticas la sitúan como una de las mejores novelas de España en el siglo XX, y eso, teniendo en cuenta la cantidad de obras que se escribieron entonces, es decir mucho. Así que me veía con la necesidad de saber de qué trataba. 

“La noche se cierra, al filo de la una y media o de las dos de la madrugada, sobre el extraño corazón de la ciudad. Miles de hombres se duermen abrazados a sus mujeres sin pensar en el duro, en el cruel día que quizás les espere, agazapados como un gato montés, dentro de tan pocas horas. Cientos y cientos de bachilleres caen en el íntimo, en el sublime y delicadísimo vicio solitario. Y algunas docenas de muchachas esperan —¿qué esperan, Dios mío?, ¿por qué las tienes tan engañadas?— con la mente llena de dorados sueños…”


Comencé esta novela completamente a ciegas. Sabía que la historia giraba en torno a Madrid, y también en torno a un elenco de personajes que, desde luego, no se quedaba nada corto. 
Más allá de eso, no tenía ni idea del argumento, ni de lo que podría encontrarme. 


En relación con el argumento, me llevé toda una sorpresa: no había. Era prácticamente inexistente. A lo largo de casi trescientas páginas, la obra salta de un personaje a otro, de una escena a otra, de una complicación a otra, pero sin presentar esa conocida linealidad y ese desarrollo de trama al que yo tan acostumbrada estaba. 
Para su carencia de un argumento lógico, me vi, sorprendentemente, muy atenta a sus palabras, lo que atribuyo, huelga decir, a la genialidad de la prosa de Cela. 

“Escuece darse cuenta de que las gentes siguen pensando que la literatura, como el violín, no hace daño a nadie.”


Me hice con la novela en mi previa adquisición de libros, la cual se puede encontrar aquí, y sí, lo admito, antes siquiera de publicar la entrada hablando de los que había seleccionado, ya me había terminado esta novela. Eso es muy positivo: la cogí, y, en cuestión de pocos días, la di por terminada. 
Pese a que sigo diciendo, y lo haré hasta la saciedad, que La Colmena es una novela como ninguna otra que me haya encontrado, sí es verdad que me he quedado un poco igual a antes de empezarla. 
Tiene muy buenos personajes, vale, y el escenario es sublime, pero me encuentro dándome cuenta de que la crítica es bastante pobre. 


Esto se explica fácilmente: es una novela recién de la posguerra. Por lo tanto, tampoco se iba a poner a criticar el sistema actual, mucho menos hacer todo un análisis de los grupos sociales. Por ende, los personajes que aparecen son de clases acomodadas, de clase media, y no hay demasiada variedad en cuanto a temas económicos. 

Aun así, esta novela se atrevió con algo: referencias sexuales. Muy pocas, muy pobres, pero suficiente para que no fuera publicada en España. De esta manera, la primera edición que tuvo fue en Argentina, en el 1951.


Pero no nos demoremos más, vayamos con la reseña:



¿De qué trata?

La Colmena es una obra muy enfocada en su tiempo, que, no obstante, es fácil de identificar con nuestra época actual. 

Problemas sociales, rifirrafes, dudas existenciales, poetas bloqueados, casamientos, cotilleos, y el porvenir de un mundo que parece que roba más de lo que da. Todo ello va enmarcado en el Madrid de los años inmediatamente posteriores a la Guerra Civil, una época de desasosiego interior, muchas dudas internas, y un sin fin de preguntas que no encontraban respuesta. Franco se había hecho con el poder, los republicanos se estaban viendo diezmados, y nadie osaba llevar la contraria al régimen. Y no obstante, entre tanta desdicha, nacieron varias novelas que dieron paso a siguientes, cada una un pelín más rebelde que la anterior. 

“Es grave confundir la anestesia con la esperanza.”


En una secuencia de breves viñetas narrativas, La Colmena presenta la vida diaria de diversos personajes, los cuales superan los cien, con todo nombres, todo confusión, y un sin fin de historias que compartir. 
Cada cual tiene una diferente actitud, una posición diferente ante la vida, y una ideología determinada (aunque, por supuesto, sin criticar al régimen). No son sumisos, sino que luchan por encontrar su lugar. Tienen desacuerdos, riñas, discusiones, pero también se relatan momentos de amistad, de sueños, de pasiones y esperanzas. 


Aun así, cabe destacar que el tono general de la obra es bastante descorazonador, pasivo, desganado, tristón. No es de extrañar, dada la época en la que se encuadra, y, cuando se llevó la novela, años más tarde, a la adaptación teatral, en una época con algo más de luz, Cela cambió el tono de la obra por uno más humorístico.


Estoy dando rodeos a la historia porque no sé muy bien de qué manera hablar de su argumento. En realidad, pese a la enorme cantidad de los personajes, el verdadero protagonista aquí es la Madrid de los años inmediatos tras la guerra, que se presenta en diversos escenarios: cafeterías, hogares íntimos, e incluso burdeles. 

Con excelente maña, Camilo José Cela consigue hacer todo un retrato de lo que era la sociedad de aquel entonces, con sus miedos y atrevimientos: hambre, prostitución, miedo, desgana, abulia, pánico... pero con cierto tono irónico y humorístico, sin perder detalle de las expresiones más coloquiales y la naturalidad más destacada. 

Una obra, en resumen, que, en escenas sueltas, acaba formando un todo, una colmena, de la sociedad de la posguerra, y su miedo ante el porvenir de la España diferente en la que estaban, una España nueva, una España de miedo.

“Flota en el aire como un pesar que se va clavando en los corazones. Los corazones no duelen y pueden sufrir, hora tras hora, hasta toda una vida, sin que nadie sepamos nunca, demasiado a ciencia cierta, qué es lo que pasa.”



Argumento a piezas sueltas, trama asequible, y un ritmo bastante pausado, pero que consigue enganchar

Sabiendo ya como sabemos de lo que trata, entonces se entenderá que diga que, en efecto, el argumento era casi inexistente. 
Sí, es cierto que presentaba una coherencia interna bárbara, y eso se hace notar, pero, fuera de eso, no hay un núcleo determinado de la historia. Parece, más bien, una antología de relatos, que acaban teniendo sentido en su conjunto, pero con los que tampoco hay que pararse a pensar demasiado. Al menos, esa es mi sensación. 


El argumento me ha parecido bastante curioso. De hecho, me parece que es de los más originales (en cuanto a estructura) de los que me he encontrado en toda mi vida lectora. Parece un puzle, creo que esa es la mejor palabra para describirlo: piezas sueltas, viñetas varias, que narran la sociedad, las costumbres, la moralidad y el bien y el mal de los personajes en ellas. 
Algunas escenas tan solo duran un cuarto de cada, otras varias páginas, y, en la mayoría de los casos, tras otras escenas posteriores las anteriores vuelven a ser continuadas, por lo que hay personajes que se repiten a lo largo del libro. 

“En casa hubo un disgusto muy serio con la marcha de Socorrito.
-¡Si por lo menos se hubiera ido de Madrid! – decía su hermano Paco, que tenía un concepto geográfico del honor.”


La novela tiene lugar en escasos días, tres en concreto, de diciembre. A través de ellos, conocemos la historia de, según he mirado, más de trescientos personajes. La verdad, no recordaba que fueran tantos, pero me lo creo: hay una barbaridad de personajes en la obra, tanto que uno pierde por completo la noción de quién dice qué. 

Pese a la confusión que pueda parecer que hay, algo muy positivo de la novela es que es asequible, se sigue sin problemas, y es fácil de leer. 

“Si el tiempo sobra es porque, como es tan poco, no sabemos lo que hacer con él.”


Lo mejor, ya lo recomiendo yo, es no intentar quedarse con los nombres de los personajes, sino con lo que representa cada uno, pues muchas veces son los representantes de grupos sociales o formas de ser de la gente de aquel entonces. Otros, algo más complejos, ya son mucho más interesantes de leer, como lo son doña Rosa o Martín Marco, grandes personajes con muchísimas capas en ellos. 


Por otro lado, algo interesante es que el ritmo no es nada emocionante, pero, pese a eso, engancha bastante. 

No hay nada de frenesí, no hay intriga, ni hay misterio, ni hay emoción, pero los diálogos están tan bien hechos, tan conseguidos, que yo, al menos, estaba leyendo vorazmente todo lo que sucedía entre sus páginas. 

“Nada tiene arreglo: evidencia que hay que llevar con asco y resignación.”


El ritmo es en verdad bastante pausado, la trama avanza un poco arrastrando diversos temas, y a veces cuesta volver a entrar en contexto. Aun así, debido a que las escenas son muy breves, de pocas páginas, incluso a veces tan solo un solo párrafo, no tienes que estar atento a cada detalle sino quedarte con la idea más general, que es lo que yo he hecho, y, por eso, no cuesta seguir la obra. 


Con todo, me parece que La Colmena destaca por encima de muchas otras novelas debido a su peculiar estructura de puzle, la cual, realmente, se asemeja muchísimo a una colmena de abejas, y el hecho de que hubiese tanta brevedad de una escena a otra facilitaba que se pudiera leer la novela sin obstáculos
Aun así, se echa de menos la intriga, la tensión, y la emoción, las tres bastante carentes en la obra. 



Personajes completos, con personalidad, con carácter y con trasfondo, muy reales y cercanos, humanos en su totalidad

Camilo José Cela es considerado como el precursor del realismo social, y razones no faltan para que ese sea el caso. Los personajes de su obra son plenamente humanos, con sus luces y sus sombras. 

Debido al tono más desanimado que adquiere la novela, muchos de los personajes son considerados sucios, corruptos e incluso retrógrados, pero, pese a sus rasgos de escasa limpieza moral, en realidad podrían ser personas como tú o como yo, gente que erra, gente que mete la pata, gente que trata de sobrevivir en un mundo que hace todo lo posible por impedírselo. 

“A la sociedad, para ser feliz en su anestesia (las hojas del rábano de la esperanza), le sobran los escritores.”


Los personajes están excelentemente bien esquematizados. 
Los que aparecen poco, siguen teniendo muchísimo peso en la obra, y no les falta personalidad. 
Y los que más aparecen a lo largo de la historia son joyas, de verdad que lo son. 


Para los trescientos personajes que hay, uno diría que sus personalidades se repetirían, pero no es así. En cada escena que entran por primera vez, Cela hace un esfuerzo bárbaro, el cual parece que lo lleva a cabo sin apenas despeinarse, por situar a los personajes en un contexto y una situación, con sus idas y venidas, sus emociones y sentimientos, sus dudas y amores, y los presenta con voz propia, exponiendo lo que les gusta, lo que detestan, sus vidas diarias. 
Habla de su comida favorita, de cómo les gusta el café, de lo que hacen antes de acostarse, de quién están enamorados, de cuáles son sus pasatiempos... y no hay ni un solo personaje igual al anterior. Cada uno tiene una marcada personalidad, y, sobre todo, un trasfondo que lo hace ser lo que es. 

“La historia tiene ya el número de páginas suficientes para enseñarnos dos cosas: que jamás los poderosos coincidieron con los mejores, y que jamás la política (contra todas las apariencias) fue tejida por los políticos (meros canalizadores de la inercia histórica).”


El autor penetra en el sector de la clase media, y no lo hace desde la crítica ni desde la alabanza, sino de la exposición plena: "esto es como es, y así lo represento". 
A microscopio, los personajes se desarrollan entre complicaciones y dudas, encontrando su espacio personal en la narrativa. Así, el bosquejo de la obra es uno muy interesante; el verdadero personaje, realmente, es el conjunto de todos ellos, lo que representan: humanidad. 



Una prosa muy cuidada, natural, con diálogos desenvueltos y extremadamente realista

Tan realista, vaya, que hasta parecía que era yo misma la que estaba viviendo la situación. No hay heroicidades, ni maravillas, ni nada que se salga de lo común. De hecho, el libro es una oda a lo común, a lo ordinario, a lo del día a día, destaca a las personas que menos importantes parecen, personas constantes que van y vienen y que pasan desapercibidas, y lo hace con un realismo bárbaro. 

“Algunas caras, desde las próximas mesas, lo miran casi con envidia. Son las caras de las gentes que sonreían en paz, con beatitud, en esos instantes en que casi sin darse cuenta, llegan a no pensar en nada. La gente es cobista por estupidez. Por coba se puede llegar hasta el asesinato; seguramente que ha habido más de un crimen que se haya hecho por quedar bien, por dar coba a alguien.”


Es la primera vez, que yo recuerde, que leo algo escrito con la prosa de Cela, y me ha dejado bastante buen sabor de boca. Aunque no es mi estilo de lectura, sí que me he sentido muy cómoda e interesada por lo que sucedía, y ojo no le he quitado a lo que tenía lugar. 

La prosa es muy cuidada, muy resultona, es desenvuelta y fácil de seguir, sin complicaciones. 
Pese a que el lenguaje sea directo y coloquial, hay bastante maestría en la manera de unir una situación con otra, y lo que más resalta de todo, al menos para mí, es la facilidad de escribir diálogos realistas, cercanos, como el que podría tener cualquiera de nosotros con conocidos y no tan conocidos. 


Los diálogos han sido la verdadera chicha de la historia, junto con los monólogos interiores, y lo que más he disfrutado es que había muchísima naturalidad, ni un solo artificio. 

“La Filo llora mientras dos de los hijos, al lado de la cama, miran sin comprender: los ojos llenos de lágrimas, la expresión vagamente triste, casi perdida, como la de esas terneras que aún alientan- la humeante sangre sobre las losas del suelo – mientras lamen, con la torpe lengua de los últimos instantes, la roña de la blusa del matarife que las hiere, indiferente como un juez: la colilla en los labios, el pensamiento en cualquier criada y una romanza de zarzuela en la turbia voz.”


Los diálogos son reflejos de la vida cotidiana, sin grandezas ni periplos, tan solo tal y como es en realidad, y me ha parecido muy interesante conocer del mundo a través de ellos. Además, uno entraba en contexto por los guiños que había de lo que estaba teniendo lugar, llegando como llegaban noticias sobre la Segunda Guerra Mundial, de los aliados y los nazis, a oídos de los personajes. 

Realmente, una obra muy merecida de todo lo que la alaban, la cual, aunque no es demasiado de mi estilo y me parecía que le faltaba algo más de emoción, me ha llegado y ha conseguido conectar conmigo, además de que es la prosa la que más destaca, y la que más enganchada me ha tenido.

“El niño no tiene cara de persona, tiene cara de animal doméstico, de sucia bestia, de pervertida bestia de corral. Son muy pocos sus años para que el dolor haya marcado aún el navajazo del cinismo —o de la resignación— en su cara, y su cara tiene una bella e ingenua expresión estúpida, una expresión de no entender nada de lo que pasa. Todo lo que pasa es un milagro para el gitanito, que nació de milagro, que come de milagro, que vive de milagro y que tiene fuerzas para cantar de puro milagro”



Conclusión

En conclusión, La Colmena es una obra fundamental, que ahonda en muchos temas y lo hace con astucia. 
Pese a las restricciones por censura que tuvo, consiguió salir adelante hasta nuestros días, y presenta uno de los mejores retratos con los que me he encontrado de la España en la posguerra, donde el verdadero protagonista es la Madrid de aquel entonces. 


Escrita con mucha soltura, breve y en forma de viñetas literarias, representando escenas sueltas de la vida cotidiana en forma de una colmena, hay que darse cuenta de todo el conjunto, de lo que representa, y del ingenio que ha sacado el autor para crear, con pasajes de cientos de personajes, una historia que ha perdurado, con muy buenas críticas, hasta nuestros días. 


Una lectura bastante interesante, diferente a lo que estoy acostumbrada, con una estructura interna muy original. Me ha llegado a gustar, y eso que es muy diferente de lo que suelo leer.



PUNTUACIÓN

♫ Personajes: 4/5
♫ Acción: 2/5
♫ Trama: 2.75/5
♫ Originalidad: 4.5/5
♫ Tensión: 2.5/5
♫ Desenlace: 3/5
♫ Prosa: 4/5


VALORACIÓN PERSONAL 8/10



Más reseñas aquí en el blog La Llanura de los Mil Mundos: http://lallanuradelosmilmundos.blogspot.com/




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