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martes, 26 de octubre de 2021

Reseña: La Virgen de los sicarios

 



RESEÑA:
LA VIRGEN DE LOS SICARIOS



Título:  La Virgen de los sicarios
Autor:  Fernando Vallejo
Editorial:  Penguin Random House
Canción Identificada: 




Sinopsis:


En Medellín, una de las ciudades más violentas de la tierra, un Ángel Exterminador recorre las calles 'limpiándolas' de una buena parte de sus habitantes, y librando, de paso, al narrador de lo que parece molestarlo más: el prójimo. Alexis, el ángel, es un chiquillo de las barriadas, un 'sicario' o asesino a sueldo, sin padre y sin ley. Poseído por el misticismo de la destrucción, su vida avanza sobre charcos de sangre. Y en tanto las iglesias, mudos testimonios de una religiosidad antigua, se vacían de fieles, la morgue se llena de cadáveres.
Fernando Vallejo es escritor, cineasta y biólogo colombiano nacido en Medellín y radicado en México, donde ha filmado tres películas y escrito la totalidad de sus libros.



Opinión:

Las dos moscas de mi cuarto están dando una, dos, tres vueltas, hasta volver a situarse junto a la ventana. Rociadas por la luz del sol de la tarde. A veces se frotan las patas, otras veces simplemente se quedan quietas, paradas, como muertas


Me sorprende lo excitadas que se vuelven, como enjambres de abejas furiosas, cuando se encuentran ante un cadáver. Casi como si algo se hubiera activado en ellas, un mecanismo que las hace dirigirse hacia la mismísima boca de la muerte, la caverna de la sangre. 
Claramente, es el hedor lo que las atrae, un hedor que dudo mucho que pueda diferenciarse del que mismamente nos atrae a los humanos. En los accidentes, volvemos la cabeza para mirar al muerto, para asegurarnos de que él está fuera de este mundo, y que nosotros seguimos en él... un día más, al menos. Corroborar la insignificancia de unos y el poder de otros, cuando, en el fondo, todos claramente hemos perdido el control sobre nuestras vidas... si es que alguna vez lo hemos tenido.


“…cuando la humanidad se sienta en sus culos ante un televisor a ver veintidós adultos infantiles dándole patadas a un balón no hay esperanzas…”


En las calles de Medellín de hace unos años, había una habituación sorprendente a esta clase de fenómenos: las moscas volaban en masa de un cadáver a otro, como nubes de polvo, y los chavales en sus motocicletas, cuyas ametralladoras eran mucho más grandes que ellos mismos, iban también a rendir su propio homenaje a la muerte, a traerle un sacrificio humano. 


Sé que es una forma extraña de empezar la reseña, pero, para un libro tan breve, es sorprendente lo mucho que me ha impactado. La muerte se relata casi como una sucesión de los acontecimientos diarios: te despiertas, te tomas un café, y, mientras caminas por la calle con la boca llena del bollo que has comprado, bordeas el cadáver que hay sobre los adoquines, ese cadáver antinatural que ha sido acribillado a tiros. Daily routine.

Me parece que la sinopsis del libro habla muy bien de todo esto, de un "resquebrajamiento de una sociedad que ha cortado con sus valores y su pasado", una herida de bala que entró en Colombia, una Colombia que ya de por sí sangraba a borbotones, y pareció sacar cada una de sus nociones de bondad. Porque la bondad podría decirse que es un constructo humano, y estas cosas, como los edificios bombardeados por los atentados, se caen enseguida en cuando cunde el pánico. Como piezas de dominó. 

“Los fundadores, ya se sabe, eran campesinos: gentecita humilde que traía del campo sus costumbres, como rezar el rosario, beber aguardiente, robarle al vecino y matarse por chichiguas con el prójimo en peleas a machete. ¿Qué podía nacer de semejante esplendor humano? Más. Y más y más y más.”


Colombia ya lucía un traje sangriento antes de que falleciera el mayor capo del narcotráfico de posiblemente toda la historia, es cierto, pero, cuando esta muerte llegó (una muerte confusa y, además, explicada con muy poco detalle), existió algo así como un desagüe enorme en el país, de pronto el dinero se colaba por las ranuras y desaparecía, la policía que iba por las calles era igual de cruel que a los que perseguían, el gobierno parecía encogerse de hombros mientras fumaban puros de gran calidad, y los chiquillos que hasta entonces habían estado a manos de Pablo Escobar, estos chiquillos que mataban por dinero, hacían recados y siempre se llevaban unas cantidades muy grandes de beneficios (eso es, beneficios monetarios), acabaron en el paro.


Esta es la idea que me rondó por la cabeza al leer la sinopsis del libro: sicarios en paro. ¿Cómo de mofoso era eso? Casi parecía un chiste cruel, uno de estos chistes tan oscuros y turbios que ya no sabes ni siquiera si de veras son bromas. 


Pero Fernando Vallejo sabe soltar bilis por la boca, eso es, hablarnos sin problemas sobre el mal de la sociedad. Lo que suelta es lo que es, no añade nada inventado; Colombia estaba al borde del colapso y los sicarios iban dando tumbos por las calles sin misión o sentido en la vida. 

Y, entre tanto, esta historia cuenta una parte de la vida de un álter ego nuevo de Vallejo, que no es otro sino un tal Fernando, ya mayor y con el corazón un tanto dolorido, que acaba por enamorarse de uno de estos jóvenes y letales sicarios. 


Y lo que sucede entonces, que lleva la insignia de muerte, es una historia que trata sobre precisamente colapsos, colapsos mentales, sentimentales, y mucho más desestructurados, como el de un mundo que te cobra por la taza de café que has bebido pero parece hacer oídos sordos a los estremecedores tiroteos de la calle de al lado. 

“A Dios, como al doctor Frankenstein su monstruo, el hombre se le fue de las manos.”


Vallejo, que creo que se nota que es conocedor de que el mal no lleva el nombre de Satán sino de Homo Sapiens, decide proponer una nueva Virgen que se apiade del alma de los indefensos... del alma de los indefensos asesinos, eso es. La Virgen de los sicarios.



¿De qué trata?

Quizá la historia ya estaba "colapsada" mucho antes de que se empezara a leer. Quizá los vivos de la historia ya estaban muertos antes de caer acribillados en las calles de Medellín. Quizá Vallejo ya tenía claro que iba a escribir una historia sin moral y con mucho sufrimiento, mucho antes de ponerse manos a la obra. 

“El que ayuda a la pobreza la perpetua. Porque ¿cuál es la ley de este mundo sino que de una pareja de pobres nazcan cinco o diez?”


Por eso fue tan breve, porque, de ser más larga, habría sido insoportable. No es que sea atroz, pero 130 paginitas han dado sorprendentemente para muchísima angustia, una angustia que, además, es muy clara con lo que quiere decir, es más, clarísima. 

Quizá por eso La Virgen de los sicarios es una obra tan polémica... porque la gente está en el acierto cuando dicen que Vallejo prácticamente dispara a ciegas a todo lo que se mueve. Golpea con fuerza contra cualquier cosa viva en este mundo. Que si los ricos, idiotas por ser ricos; y los pobres, bueno, también idiotas por ser pobres. Y luego la larga sarta de información y descaro que nos lanza sobre la Iglesia y la religión también da para sentirse muy ofendido, en el caso de que seas creyente. 
Muchos dirán que este libro es una ofensa, un maltrato, a la fe. 
Sí, lo es, pero no solo a la fe divina, este libro maltrata cada fe que pueda tener el ser humano, hasta nuestra pequeña y mísera confianza de que llegarán tiempos mejores que nunca están llegando. 

“…la fugacidad de la vida humana a mi no me inquieta; me inquieta la fugacidad de la muerte: esta prisa que tienen aquí para olvidar. El muerto más importante lo borra el siguiente partido de fútbol…”


Vallejo es... ¿realista? ¿O en realidad está cegado por la rabia y la ira? No sabría decir. Porque los que han visto mucho mundo, cuanto más saben, más ciegos están, porque más los domina la desesperación y el odio por lo que conocen. O eso creo yo, al menos. Cuanto más sabes del ser humano, más asco te dará. 

Fernando Vallejo ni siquiera trata de ocultar su subjetividad, es más, la riqueza de este libro es que es completamente subjetivo, es decir, habla de sentimientos, de sensaciones de traición, de mucho dolor, de algo personal, humano, algo que no podría evaluar una máquina tan bien como lo hace Vallejo. 

El escritor nos habla de su experiencia... de lo que ha visto y ha decidido que no quiere volver a ver. Pero también nos hace comprender que existe una belleza significativa en el alma de desprecio del ser humano... el amor, bueno, el amor con todas sus letras, con sus idas y venidas, con sus nacimientos y sus muertes, el amor entre un viejo y un chavalín, que debería estar prohibido, pero en la historia que se cuenta, la historia del derrumbamiento de Medellín, no es más que una cifra que se añade a toda la larga lista de pecados que tiene esa tierra. Y que tienen, en realidad, todas las tierras que podamos pisar en el planeta. 


Entenderéis que estoy siendo muy ambigua por una sencilla razón: 130 paginitas de nada. La historia se lee con la misma rapidez con la que uno puede encender un cigarrillo y fumárselo. 
Igual que el cigarrillo pudre los pulmones, este libro pudre una pequeña parte de ti, una parte que tiene miedo, que no quiere creer lo que lee. 

Sí, La Virgen de los sicarios es una historia fuerte, es una historias gloriosa también, que trata sobre un amor febril y enfermizo, el amor de los que saben que les queda poco tiempo de vida. 

Trata de un único pasaje, de muy pocos días en realidad, de la vida de Fernando, un hombre que regresa a su pueblo natal en la peor época posible, acompañado de un chico que conoció en un lugar del que es mejor no hablar (pero que os podéis hacer una idea de cuál será), y dejando un rastro de muerte a su paso... ese chico tan joven, de ojos tan verdes tan verdes, es un experto matando.

“La humanidad necesita para vivir mitos y mentiras. Si uno ve la verdad escueta se pega un tiro.”


La historia tiene continuidad, pero muy escasa, la trama apenas se detecta, parece, más bien, un pasaje suelto de un libro de relatos, o el típico diario lleno de polvo que te encontrarías en una casa abandonada. Un diario que es súper interesante de leer, pero que te estremece por completo. El diario de un superviviente que está de luto, de luto por su mundo, de luto por su pueblo. La mayor aventura de su vida es breve, muy breve. Y, como todas las aventuras que transcurren en el Medellín de entonces, acaba también en muerte.

“Creemos que existimos pero no, somos un espejismo de la nada, un sueño de basuco”



Una trama un tanto invisible, sin propósito, cuya intención única es contar una sucesión de escenas de un periodo concreto de la vida del protagonista; leyéndose éstas con una rapidez bárbara, casi delirante, que atrae como moscas

Como he comentado, la trama brilla por su ausencia. No os esperéis que tenga aventura, énfasis, o propósito, es decir, no os esperéis que sucedan las cosas por algo mayor... Todo lo que ocurre, lo hace en el contexto de una vida que a veces quita y otras veces da, que lo hace de manera aleatoria, además, un sinsentido absoluto. 


He tenido la sensación de que, sin mucha planificación, Fernando Vallejo se puso a escribir y ya no paró hasta haber acabado esta obra. He tenido la sensación de que era imposible que esta novela estuviera concretada y cuadriculada al milímetro, o así se siente leyéndola, porque hay muchísima fluidez, muchísima naturalidad, como si el protagonista nos estuviera contando las cosas en una conversación cara a cara con nosotros. 

“Sólo Dios sabrá; él que es culpable de estas infamias: Él, con mayúscula, con la mayúscula que se suele usar para el ser más monstruoso y cobarde, que mata y atropella por mano ajena, por la mano del hombre, su juguete, su sicario.”


De tal manera, el lenguaje no es nada complejo, es sencillo, bastante sencillo, coloquial y descarado, escueto cuando necesita serlo, con pocas reflexiones pero, de vez en cuando, unos análisis breves de las situaciones que ponen la carne de gallina. 


La trama es aún más sencilla y básica que la prosa, porque es activa, rápida, dinámica, incluso frenética, pero en el fondo no cuenta nada con progresión, sino sencillamente un suceso deshilado del resto del mundo, y embargado con un sentimiento muy fuerte, muy intenso, con el que el protagonista nos cuenta su dolor y también su historia de supervivencia. 


Otra cosa a aclarar es que es mejor no coger aprecio de los personajes. 

En primer lugar, porque son todos un poco malnacidos, en el mejor sentido de la palabra, son gente que no tiene sentido del deber, de la justicia y de la bondad, que no saben de moralidad o de ética, que les trae sin cuidado la vida de los demás, y que están tan acostumbrados a la muerte que no la temen y la enfrentan con gran voluntad. 

Pero en segundo lugar, es mejor no cogerles aprecio porque... bueno, porque, en el fondo, sí que se les tiene cariño. El cariño que se tiene, al menos, a quien sabes que no tiene del todo la culpa de lo que ha hecho, al que tan solo intenta sobrevivir un día más. 

Los personajes ni siquiera reflexionan sobre la gente a la que matan. La matan y ya está, no hay más. 
La vida sigue, se siguen comprando casetes de música, o haciendo el amor en camas desgastadas. 

“Tenemos los ojos cansados de tanto ver, y los oídos de tanto oír, y el corazón de tanto odiar.”


El protagonista es un viejo misógino y posiblemente pederasta. Y qué más da, parece querer decirnos Vallejo: todos en Medellín están tan sucios que lo mejor será que veas qué puedes aprender de los personajes, más que rechazarlos y ya está. 
Porque no son héroes, ni mucho menos, pero sí que tienen historias que contar, aprendizajes que les ha enseñado una vida muy dura, formas estoicas de soportar la verdad sobre ellos, que es que son asesinos, que se enamoran de asesinos, y que morirán por asesinos. Ninguna muerte será tranquila en Medellín. 


Ahora bien, se aprende un montón con ellos, porque no solo tienen su aquél, no solo resultan cercanos, familiares, tan humanos que te sorprendes de todo el mal que causan, es que también son personajes que son tan realistas que parecen salir de las páginas del libro, no son unos eruditos de la leche, ni unos ingeniosos artistas, ni nada con lo que muchas veces se trata de decorar a los personajes de las novelas. Son gente que tiene sus gustos y preferencias, pero que en el fondo no destacarían entre la muchedumbre. Eso es, hasta que, en mitad de la calle, pegan un tiro a alguien en la frente.


Y se mueven sin más por el mundo. Casi sin parpadear, sin considerar lo que han hecho. El ser humano se reduce a lo más básico cuando está en peligro. Y eso es muy interesante de ver en todo esto: que no es que sean malos, es que son gente harta de vivir entre guerras y atracos, gente que decide tomar las riendas de su propio destino... 

La elección de vivir en el Medellín de la época tras la muerte de Pablo Escobar se convierte en la elección de matar a tu paso al que se interponga entre tú y tu camino. Si eliges vivir, eliges matar, tan sencillo como esto. Los personajes ni se lo plantean, pero el lector sí lo hace: ¿somos morales hasta que nos damos cuenta de que, para sobrevivir, tenemos que dejar de serlo?


“Nada funciona aquí. Ni la ley del talión ni la ley de Cristo. La primera, porque el estado ni la aplica ni la deja aplicar: ni raja ni presta el hacha como mi difunta mamá. La segunda porque es intrínsecamente perversa. Cristo es el gran introductor de la impunidad y el desorden en el mundo. Cuando tú vuelves a Colombia la otra mejilla, de un segundo trancazo te acaban de desprender la retina. Y una vez que no ves, te cascan de una puñalada en el corazón.”



Una prosa natural, desenvuelta, carismática y muy dispuesta a la crítica, al descaro, al atrevimiento y a la rabia: la prosa que más se merece esta breve historia

He apreciado muchísimo que Vallejo supiera decir lo máximo posible con el menor número de palabras posible, aunque también he echado mucho en falta que existiera una trama más allá de un relato tal cual, me hubiera gustado una extensión mayor, conocer a los personajes más, poder llorar las muertes con una sensación de mayor calidez. 

Pero si todo lo que pido aquí se cumpliera, este libro dejaría de tener su encanto, porque el carisma de esta novela existe debido a la brutalidad con la que cuenta las cosas, de una manera rápida, escueta, y muy natural, puesta al grano y con mucho ingenio, hasta podría decirse que las páginas rezuman de desenvoltura y facilidad. 


Y eso choca, choca de veras. Se muere la gente a tus pies y parece que todos cantan la misma frasecilla de "la vida sigue", con un estoicismo bárbaro, casi hiriente. 

Ha habido un personaje que murió y al que lloré un montón la pérdida, me sorprendí a mí misma de luto cuando apenas le había conocido por menos de cien páginas, pero es que Vallejo tiene una monstruosa y maravillosa habilidad para hacer que sientas las cosas con mucha intensidad, con muchísima cercanía, debido a su prosa tan realista y suelta, una prosa comunicativa que parece que ha traspasado al papel una narrativa que te cuenta un hombre en el metro a las tantas de la madrugada. Es decir, con la confidencialidad y la confianza de la noche más oscura y siniestra.

“Les evitaría el final de los de la moto por evidente, pero no, que sufran: se chocaron contra un carro que venía a toda "in the right direction", y acabaron en el tejado del susodicho. De ahí, del techo, de la capota, los tuvo que bajar el agente de la fiscalía que vino a realizar el levantamiento de los cadáveres. ¿Se imaginan un "levantamiento" bajando? Así andamos de mal.”


Si eso, lo único negativo que puedo decir, tras terminar el libro, es que "sabía a poco", se quedaba muy breve, muy simple, le faltaba mucha más profundidad o contundencia, pero quizá entonces el libro habría perdido todo su encanto, no sabría decir. 

Anticipar las muertes de algunos personajes también ha hecho que el dolor se intensificara más, que me costara saber si debía tenerles aprecio o respeto o no, pero en general me he quedado con una muy buena sensación, el libro es ligerísimo, muy rápido de leer, sencillo y de escasas palabras, ácido y amargo como el peor de los limones, pero cargado de mucho significado, razón para que haya conseguido estar encantada tras terminar la lectura.

“Uno tras otro "sacrificados", según rezaban sus lápidas pero sin decir por qué causa, por la blanca causa de la coca.”



Conclusión

En conclusión, La Virgen de los sicarios me ha parecido un libro muy intenso, con muchas emociones, con mucha carga de crítica, agresivo hacia todo y todos, sin reparar en daños, y con una honestidad tan tremenda que hasta daba miedo. 


La Virgen de los sicarios se atreve a hacer frente a cada aspecto de nuestro mundo, tanto el de las sociedades al borde del colapso como de las grandes zonas de riqueza sustancial. 
Critica a los políticos, a los religiosos, a los optimistas, también a los pesimistas, a los que andan por la calle o a los que se quedan en sus casas, a los que matan y a los que no lo hacen, a los que aman y a los que no. 

La Virgen de los sicarios básicamente decide arrollar con todo, dejar claro que el desprecio es un arma de doble filo y que el asesinato, ahí para algunos tan gran solución, acaba por repercutir directamente en lo que más amas.


La Virgen de los sicarios es un libro muy completo, si bien no tiene una trama compleja o difícil, y su brevísima extensión permite que se lea de la noche a la mañana, toda de seguido, con una rapidez impresionante y, además, en mi caso, yo he estado atenta a cada palabra. No es una lectura compleja, pero sí que se necesita buen estómago para encararla, la perspectiva de la historia es desesperada y rabiosa, hay brutalidad y muerte, y el propósito de todo este dolor no es otro sino el flujo constante de una vida problemática. 


En resumen, La Virgen de los sicarios me ha parecido un libro fantástico para leer de una sola sentada, que podría haberse extendido algo más, pero que conviene que sea así de breve, pues las emociones han sido más fuertes, el mensaje más claro, y lo he disfrutado de principio a final. 

Muy recomendado, pero no para todo el mundo. Una lectura sensacional.


PUNTUACIÓN

♫ Personajes: 4/5
♫ Acción: 4.75/5
♫ Trama: 3.75/5
♫ Originalidad: 4/5
♫ Tensión: 3.75/5
♫ Desenlace: 3.5/5
♫ Prosa: 4/5


VALORACIÓN PERSONAL 9/10



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