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miércoles, 28 de octubre de 2020

Reseña: El Árbol de la Ciencia

 


RESEÑA:
EL ÁRBOL DE LA CIENCIA



Título: 
 El Árbol de la Ciencia

Autor:  Pío Baroja
Editorial:  Alianza Editorial
Canción Identificada:  Stop Swimming (Porcupine Tree)





Sinopsis:


Publicada en 1911, El árbol de la ciencia (para el propio Pío Baroja «el libro más acabado y completo de todos los míos») es la obra en la que la técnica narrativa del novelista -el gusto por la sucesión ininterrumpida de acontecimientos, la abundancia de personajes secundarios, la hábil articulación de situaciones críticas, el impresionismo descriptivo, el rápido trazo de caracteres- alcanza su mayor eficacia, así como aquella en que, en palabras de Azorín, se halla «mejor que en ningún otro libro el espíritu de Baroja».





Opinión:

No es pecador el que ofrece la manzana, sino el que acepta tomarla. Y no es envenenador el que ofrece el veneno... sino el que con gusto decide ahogarse con él. 

Este planteamiento resulta, en muchos aspectos, obsceno: ¿en qué iba a ser culpable la víctima? Y no obstante, en determinado pasaje de El Árbol de la Ciencia, Andrés muestra su completa frustración e impotencia ante el mundo e insta a prostitutas enfermas a envenenar todo lo que deseen a sus clientes. 

Considero este punto en el que inequívocamente Andrés Hurtado, protagonista de esta pesimista, filosófica y derrotada novela, llega a tocar fondo. Hurtado, tan bélico a lo largo de la novela, tan desafiante, honesto, liberador y rebelde, llega a detestar hasta tal punto el mundo en el que vive que acaba desistiendo en hacer grandes cambios en él. Por lo que le contesta a la mujer: "Haz lo que quieras. Por mí puedes envenenar medio mundo; me tiene sin cuidado". 


La progresión de este personaje resulta chocante. Si uno desea una novela arropadora, esta no es su novela: habla de desesperación, de inutilidad, de ascos, de repugnancia, de frustración, de rabia, de desidia. 
A mi parecer, expresa de una manera crudamente realista la fase por la que muchos autores como Pío Baroja estaban pasando por aquel entonces... el enfrentamiento ante una España hosca y estéril, en retraso con respecto al resto de Europa, que tan solo recoge crueldad, estupidez y desgana completa hacia los posibles cambios. 

“¿Qué duda cabe que el mundo que conocemos es el resultado del reflejo de la parte de cosmos del horizonte sensible en nuestro cerebro? Este reflejo unido, contrastado, con las imágenes reflejadas en los cerebros de los demás hombres que han vivido y que viven, es nuestro conocimiento del mundo, es nuestro mundo. ¿Es así, en realidad, fuera de nosotros? No lo sabemos, no lo podremos saber jamás.”

Para un personaje tan joven, resuelto y reflexivo como lo es Andrés, su convivencia en su fase de madurez por España le supone el grotesco choque entre el intelectualismo puro y el completo inmovilismo social. 
Se resalta una vez en la obra: la filosofía tan solo sirve para lanzar incógnitas y hacer que la gente se aleje de la realidad, al final aceptándola tan cual es y solo viviendo en la fantasía intramental; y, sin embargo, es el punto de acogida de Andrés para expresar todo su cinismo frente al mundo. 

La ciencia, expresa, es la fuerza que arrasa con todas las cosas, incluso con el hombre, y el mundo debería orientarse en torno a la fuerza de voluntad y la fuerza de intelectualidad. 
Y no obstante, páginas después se encuentra en un pueblo árido de Castilla la Mancha, entre carreteras viejas y gente del pueblo tosca e intratable, y es posible que este golpe de realidad a carne viva le haga caer de golpe en la conclusión más acertada del momento: el mundo es un absurdo, una falta de sentido, una cárcel que se debate entre el agotamiento y una cruel cacería entre lobos y corderos, donde la búsqueda de la supervivencia no está tanto en los más hábiles, sino en los más adinerados. 


Pero, más que hacer de esta enorme introducción toda la reseña, procedo a explicar mis impresiones ante esta gran novela:

Y como de costumbre, empiezo con: 



¿De qué trata?

El Árbol de la Ciencia, novela publicada en 1911, complementa a una España inmovilista con una intensa introspección del protagonista, y un análisis redondo que circula por los terrenos de la filosofía, la ciencia, la política y el ámbito social de la época, y, así, una muy entera visión del mundo del autor, quien muestra su pesimismo, su debate, su hastío y su desazón por un mundo lleno de posibilidades, las cuales, sin embargo, no son perseguidas por sus habitantes. 

“Sin duda no los juilaban por sus influencias y por esa simpatía y respeto que ha habido siempre en España por lo inútil.”


El Árbol de la Ciencia se encuentra situado en la floreciente etapa del Modernismo, nacido entre el parnasianismo francés y el simbolismo cromático y musical del periodo. Su objetivo era claro: una ruptura contra la estética vigente, y un creciente inconformismo ante las clases gobernantes y autoritarias de la burguesía, así como el propio mundo "vulgar" que rodeaba a estos autores. 


En concreto, se realza en este periodo en España la Generación del 98, movidos ante la crisis de España (el desastre del 98 y la pérdida de las últimas colonias, lo cual también se saca a colación en esta obra). El espíritu analítico de esta novela, sus muy numerosos referentes pensadores e intelectuales, destacan el pánico ante el presente y porvenir de España, los conflictos existenciales y religiosos, y el impresionismo en las descripciones. 


Con este todo, la novela consiste en un pasaje por la etapa de la madurez del protagonista central, Andrés Hurtado, un joven estudiante de Medicina en Madrid que, enfrascado en la investigación de grandes pensadores extranjeros, se resiste ante las convencionalidades sociales, y busca su propio camino en la vida. 


El sentido de la existencia es mucho más evasivo de lo que cabría esperarse, y, entre escenas de conflictos familiares, relaciones con familiares cercanos (como cabe destacara  su tío Iturrioz), su profesión como buen formado médico y la contemplación de una vida matrimonial y sin cabos sueltos, Hurtado muestra su vivaz visión del mundo, su interés ante lo invisible a los ojos, y el desdén con el que trata el mundo actual, físico y real que lo rodea. 

Es muy posible ver la propia mentalidad del autor en este personaje, y, es más, podrá incluso relacionarse con el público joven que goce de la misma: búsqueda de un lugar en el mundo, de romper con lo establecido, y la fantasía de un nuevo cambio en su realidad. 
Entre fantasías, exclamaciones de hastío y luchas por entender el significado de la vida, Andrés Hurtado es un personaje individualista, angustiado y hambriento por el saber que reflejará la parte más resistente y combativa de Pío Baroja.



Personajes representativos, imprescindibles, que llevan la voz cantante

Los personajes principales de El Árbol de la Ciencia llevan por completo la historia. Son los motores del cambio en la dinámica de la acción, los que desencadenan la principal función dialéctica entre los otros personajes, y los que hacen una narración fluida y muy dinámica. 


Las descripciones son breves y necesarias, y puntualizan la entrada de un nuevo personaje con una voz firme y excelente, la cual expresa al detalle los rasgos más característicos de los recién llegados, tanto externos como internos. 

Debo decir que las descripciones de los personajes me han parecido de diez, sin exagerar lo digo. Pío Baroja hacía que cada personaje tuviese un identidad propia, ninguno destacaba por belleza, y, sin embargo, en sus facciones había una carisma extraordinaria: narices torcidas, un ojo más elevado que el otro que ocasionaba una expresión sarcástica, labios con las comisuras elevadas en una sonrisa torva, viejos encorvados, afeitados y ceñudos, caras sombrías, gente apática y triste... 
Pero no es la presentación lo único que destaca de los personajes, sino el valor que aportan a una obra como esta. 



Me gusta cierta observación que se ha hecho de estos personajes, y es que son "representativos de un modo de ser y actuar":

Andrés Hurtado es intelectualismo y angustia, deseos jóvenes de cambiar el mundo y rechazo ante el inmovilismo, ante la abulia y ante la falta de voluntad. 

Andrés Hurtado destaca en su carácter introspectivo, huraño y antisocial, de pensar muy racionalista, con la firme creencia de que la ciencia y el progreso harán mejorar a la humanidad, pero debo reconocer en él una cosa que a mí me ha dejado muy impactada: su honestidad. 
La historia está contada en tercera persona omnisciente, y, aun así, este personaje es completamente traspasable: me he sentido en sus propias carnes en todo momento. Puede que sea por la manera en la que expresa sus pensamientos, sin tapujos, con claridad, reafirmándose, y seguramente también se deba al rumbo que toma su vida, lógico y comprensible, sus decisiones se entienden y en su voz siempre está un tono humano imprescindible: duda y valor, pérdida y cansancio, resignación y miedo... 


Iturrioz es el contrapunto de las ideologías de Andrés, la voz que siempre cuestiona, la voz que urge a pensar, el conductor y maestro de las ideas, quien inspira, quien no duda en hacer crecer las dudas sobre el mundo. Iturrioz es maestro del pensar, el ánimo de inspeccionarse a uno mismo. Es una figura que aporta muchísimo a la historia, y que da pie a todo el pensar de Andrés.


Lulú es combate puro, arrasa con las cosas y encarna la idea de Baroja de mujer inteligente, y, para mí, mujer admirable y llena de vigor, que, es más, muestra el movimiento feminista que empezaba a abrirse paso por España. Lulú es polémica en la historia, evita todas convenciones sociales y no es un personaje femenino que complementa al protagonista, sino que es activo, individual, protagoniza gran variedad de escenas. 


Margarita es seguridad, razón, sensatez, sentimiento, familiaridad.


Aracil es mezquindad, aprovechamiento, desdén, petulancia, avaricia, persecución del dinero y del estatus social elevado.


Montaner es comodón, tranquilo, enemigo de lo exaltado; la gente del pueblo es conservadora, temen el progreso; y en general, las personas de fuera para Andrés al inicio le producen antipatía, él primero trabaja con reservas y luego va descubriendo nuevas mentalidades que lo hacen progresar a lo largo de la novela.



División de la novela: puntos claros, ágiles de leer, y con desarrollos destacables

El Árbol de la Ciencia se divide en tres apartados fundamentales, más adelante diseccionados, que expresan puntos claros, un inicio determinado y un final con una gran progresión, y una manera de estructurarse por medio de capítulos breves que permite una gran agilidad en la lectura. 
Pío Baroja es un escritor extraordinario, a mi parecer, no solo por esta estructuración clara, humana y realista, este recorrido tan lleno de vida y muerte y sus puntos intermedios de hiel y amargor, sino también porque posee una de las prosas más intensas, reflexivas y contemplativas que me he encontrado en toda mi vida. 


Así pues, El Árbol de la Ciencia se divide en los siguientes tres apartados fundamentales:



Primer apartado: experiencia empírica, alzamiento y viveza

En el primer apartado, que incluye las tres primeras partes, se inspecciona la vida familiar y estudiantil de Andrés Hurtado, desde sus inicios en los estudios, hasta la muerte de uno de sus seres queridos más valorados. 

Andrés comienza la fase con cierto sentido heroico: cambiar el mundo, dejar su huella, plasmar en la realidad todos sus pensamientos. 
Se enzarza en discusiones con sus compañeros de clase, en especial en el aspecto político, conoce a personas, tales como Aracil y Montaner (e incluso el fantasioso y romántico de Lamela), con las que su trato no es fácil, y, en muchos sentidos, llega incluso a detestar la hostilidad de sus compañeros, los cuales no valoran sus enseñanzas y se mofan del profesorado con crueldad, y refleja el desprecio que siente hacia algunos de sus familiares, incluso se menciona el "casi odio" que siente hacia su padre, al cual considera inútil y egoísta, como a su hermano Alejandro

No obstante, habla del afecto por sus hermanos Pedro y Margarita, y el amor apasionado que siente hacia su hermano pequeño, Luisito

Debo también resaltar que una figura muy importante en este capítulo es Lulú: chica rebelde, emocionada, ansiosa y llena de discordia, descarada y combativa, de "desenfreno espiritual", cinismo, y satisfacción ante lo escabroso. 
Posiblemente mi personaje favorito, Lulú es la encarnación de personaje femenino individual, independiente, que, como expresado por Andrés, no es "sensual" ni está hecho para el matrimonio, pero para mí ha sido muy admirada, que experimenta por ella misma una lucha contradictoria entre ciencia y naturaleza; artificialidad y humanidad salvaje. 



Segundo apartado: reflexiones, debates, el corazón de las ideas

El segundo apartado consiste únicamente en la cuarta parte, Inquisiciones, que puedo asegurar que ha sido una de las partes más intensas, en el sentido intelectual. 

“Uno tiene la angustia, la desesperación de no saber qué hacer con la vida, de no tener un plan, de encontrarse perdido, sin brújula, sin luz a donde dirigirse. ¿Qué se hace con la vida? ¿Qué dirección se le da? Si la vida fuera tan fuerte que le arrastrara a uno, el pensar sería una maravilla, algo como para el caminante detenerse y sentarse a la sombra de un árbol, algo como penetrar en un oasis de paz; pero la vida es estúpida, sin emociones, sin accidentes, al menos aquí, y creo que en todas partes, y el pensamiento se llena de terrores como compensación a la esterelidad emocional de la existencia.”

Posiblemente sea el conjunto de escenas que más destacan el pensamiento, el debate y la guerra interna que tiene Andrés Hurtado, cuales finalmente pueden quedar liberados al expresar todos sus razonamientos ante su tío Iturrioz, uno de los personajes más fundamentales de la novela. 

Inquisiciones comprende una serie de escenas llenas de introspección, cavilación y forcejeo, de nuevo el eterno combate entre ciencia y naturaleza, con bastantes reflejos de la religión, la política, el socialismo y las consecuencias de la abulia. 

“La voluntad, el deseo de vivir, es tan fuerte en el animal como en el hombre. En el hombre es mayor la comprensión. A más comprender, corresponde menos desear. Esto es lógico, y además se comprueba en la realidad. La apetencia por conocer se despierta en los individuos que aparecen al final de una evolución, cuando el instinto de vivir languidece. El hombre, cuya necesidad es conocer, es como la mariposa que rompe la crisálida para morir. El individuo sano, vivo, fuerte, no ve las cosas como son, porque no le conviene. Está dentro de una alucinación. Don Quijote, a quien Cervantes quiso dar un sentido negativo, es un símbolo de la afirmación de la vida. Don Quijote vive más que todas las personas cuerdas que le rodean, vive más y con más intensidad que los otros. El individuo o el pueblo que quiere vivir se envuelve en nubes como los antiguos dioses cuando se aparecían a los mortales. El instinto vital necesita de las ficción para afirmarse. La ciencia entonces, el instinto de crítica, el instinto de averiguación, debe encontrar una verdad: la cantidad de mentira que se necesita para la vida”


Caminando ansiosamente por divanes, con aire ausente y con palabras que borbotean de sus bocas en desenfreno, Andrés y su tío establecen la conversación más larga que tiene el libro, la cual debe ser dividida en numerosos capítulos. 
Realidad, imaginación, castidad, desasosiego interior... temas fundamentales para entender el modernismo, y para entender la fase tan revuelta por la que pasa Andrés Hurtado. 
Es en este pasaje en el que se destaca el propio nombre de la obra, una alusión al mito cristiano que queda demolido por las palabras de Iturrioz: 

“¿Y tú sabes lo que le dijo Dios a Adán?
-No recuerdo, la verdad.
-Pues al tenerle a Adán delante, le dijo: Puedes comer todos los frutos del jardín; pero cuidado con el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, porque el día que tú comas su fruto morirás de muerte. Y Dios, seguramente, añadió: Comed del árbol de la vida, sed bestias, sed cerdos, sed egoístas, revolcaos por el suelo alegremente; pero no comáis del árbol de la ciencia, porque ese fruto agrio os dará una tendencia a mejorar que os destruirá. ¿No es un consejo admirable?
-Sí, es un consejo digno de un accionista del banco -repuso Andrés.”


Además, Andrés aporta la visión de grandes pensadores al respecto, tales como Kant y Schopenhauer, y se divaga acerca de la voluntad y la inteligencia: "máquina de desear y máquina de reflejar", respectivamente. 

También se trata la conversión de la ciencia en un ídolo, el semitismo, averiguar el fin del hombre en la Tierra, el encadenamiento de causa a efecto como algo grosero, el materialismo, el engaño del espiritualismo, y la tendencia de Andrés Hurtado a darle valor absoluto a las cosas, posiblemente para demostrarse a sí mismo que todo puede quedar bajo el control de la mente humana... un espejismo al que muchos de nosotros hemos caído alguna que otra vez.

“Andrés se inclinaba a creer que el pesimismo de Schopenhauer era una verdad casi matemática. El mundo le parecía un mezcla de manicomio y de hospital; ser inteligente constituía una desgracia, y sólo la felicidad podía venir de la inconsciencia y de la locura.”


Se habla de otras muchas cosas, puesto que no me cabe duda de que este sencillo apartado es la "chicha" y el motor del libro. Se conversa finalmente sobre cómo tanto pensamiento lleva a un inconformismo, tanta duda lleva a una angustia, y tanta motivación desemboca en la parálisis, en el no saber qué hacer, y el agnosticismo razonado. 
Se habla de la validez de la fe, del egoísmo natural del hombre, y de cómo, del egoísmo desaparecer, lo haría con él la humanidad... 


Dado este pensamiento, no me cabe duda de que el resultado para Hurtado debió ser un coloso impactando contra sus huesos: ¿qué hacer si todo está tan determinado, tan arreglado entre la naturaleza y el camino del saber? ¿Ha uno de dividirse entre moralidad y avance social? ¿No pueden ir ambos de la mano? 

Andrés lo acaba confesando en la última parte: detesta a los ricos, pero no siente simpatía por los pobres. Puede deberse a la resaca de tanto pensamiento, o a que, finalmente, a alcanzado la madurez del ser humano: abstenerse a cambiar y ser cambiado, aceptar que uno vive en un mundo que es estático y carece de significado. Lo que es, ni más ni menos, que un completo nihilismo, la pasividad que Andrés tanto detesta. 



Tercer apartado: profesión, resignación, inseguridad y desenlace

Finalmente, el tercer apartado consiste en las tres últimas partes: su vida como médico en Alcolea, luego en Madrid, y, finalmente, el desenlace. 

La etapa de Hurtado en Alcolea es una de las que más asfixiantes me han parecido. Uno esperaría sentirse ahogado en la gran ciudad, con el ruido, el movimiento, el caos, el zumbido estático de tanta humanidad aglomerada. Y sin embargo, la profesión que ejerce Andrés en Alcolea es más demoledora: el estatismo de la gente de ahí, la dejadez, la abulia, la pereza, la insensibilidad, incluso la crueldad. 

“Ante la vida no hay más que dos soluciones prácticas para el hombre sereno: o la abstención y la contemplación indiferente de todo o la acción limitándose a un círculo pequeño. Es decir, que se puede tener el quijotismo contra una anomalía; pero tenerlo contra una regla general es absurdo.”


Se habla de la supersitición, de la moral imposible como forma de defensa ante la pobreza y los pocos recursos de la gente, y del reparto desigual del dinero y el egoísmo. "Para ser egoísta hay que saber; para protestar hay que discurrir", explica Iturrioz ante el relato que le cuenta Andrés, y éste se muestra de acuerdo: el hambre, la miseria, la guerra y la falta de ganancias de las zonas rurales con respecto al avance de la maquinaria llevan a que la Naturaleza clasifique "al rico con espíritu de riqueza", y "al pobre con espíritu de miseria". 


Andrés experimenta en Alcolea una fuerte indignación, lo que le lleva a acabar retirándose del lugar. Incluso la pequeña investigación que hace con respecto a la muerte de una mujer de la zona se le antoja desagradable y simple. Es más, su posible pequeño enamoramiento con una mujer del pueblo, la cual es agredida verbalmente por su marido, le retorcía por dentro de malestar. 

“Aquí empieza el instinto fetichista; sobre el cuerpo de la persona elegida porque sí, se forja otro más hermoso y se le adorna y se le embellece, y se convence uno de que el ídolo forjado por la imaginación es la misma verdad.
Un hombre que ama a una mujer la ve en su interior deformada, y la mujer que quiere al hombre le pasa lo mismo, lo deforma. A través de una nube brillante y falsa, se ven los amantes el uno al otro, y en la oscuridad ríe el antiguo diablo, que no es más que la especie.”

En cuanto a las pequeñas guerrillas políticas en el pueblo, entre el bando liberal de los Ratones, y el conservador de los Mochuelos, los cuales eran "el sostén de la sociedad", y se repartían el botín. Aquella manifestación del árbol de la vida en Alcolea se le hacía a Andrés necesaria, violenta, y, en cierto punto, llegó a cuestionarse por qué había de incomodarse cuando todo estaba determinado, cuando nada podía ser de otra manera. 

Este golpe de resignación es fundamental para entender el desenlace de ideas de Andrés... hasta que desistió y les dijo a los jóvenes del pueblo: "No hagan ustedes un partido de protesta. ¿Para qué? Lo menos malo que puede pasar es una colección de retóricos y de charlatanes; lo más malo es que sea otra banda de Mochuelos y de Ratones."


Cuando regresa a Madrid para el desenlace, la novela finaliza redondamente, cerrando con la llegada de personajes del inicio, y un final que a mí me ha parecido muy necesario y muy bien concluido. 

Una de las estrellas de este desenlace es Lulú, con quien Andrés se enzarza en diversas discusiones, entre las que se encuentra su mentalidad de que el mundo es "una cosa divertida", ya que todo lo peligroso tiene su antídoto, y que el hombre, por naturaleza, ensuciará todo lo que de primeras estuviese limpio. 


Por esta regla de tres, llego a cuestionarme, que puede que el humano sea el que se envenene a sí mismo, y que puede que el colectivo sea el que, en efecto, se desgarre entre sí. 

“¿Qué hacer? ¿Qué dirección dar a la vida? - se preguntaba con angustia. Y la gente, las cosas, el sol, le parecían sin realidad ante el problema planteado en su cerebro.”

Esto que digo es un pequeño guiño al final de la novela... Lo epicúreo, lo subversivo, lo liberal, acaba encontrando el cianuro propio para aplacarse. Puede que sea una ley natural; o puede que sea una ley artificiosa y humana.... Puede que sea cosa del árbol de la vida; o por el contrario, puede que la autodestrucción esté predispuesta en el árbol de la ciencia...



Conclusión

Parte tratado, parte divagación filosófica, parte novela con diálogos ágiles y muchas pinceladas descriptivas, El Árbol de la Ciencia es una exploración sublime de la naturaleza humana, del constructo humano, y de la identidad frente a la vasta existencia. 


Con escepticismo, aceptación del absurdo de la vida y de su falta de sentido, y la temática central del individuo frente a la sociedad, Pío Baroja muestra lo que por muchos y por sí mismo es su mejor obra, y no se corta en mostrar el atraganto humano con la falta de fe en la vida y en el ser humano, con el enfrentamiento entre el mundo natural y el mundo de la ciencia, y la lucha el individuo contra sí mismo... 
Una fuerte crítica, y una redonda obra que debe ser leída por todo lector. 

Muy, muy recomendada.



PUNTUACIÓN

♫ Personajes: 5/5
♫ Acción: 3.25/5
♫ Trama: 4/5
♫ Originalidad: 4.5/5
♫ Tensión: 3.75/5
♫ Desenlace: 5/5
♫ Prosa: 6/5


VALORACIÓN PERSONAL 10.5/10!!



Más reseñas aquí en el blog La Llanura de los Mil Mundos: http://lallanuradelosmilmundos.blogspot.com/



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